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Vestíos, pues, de sayal;
haced duelo y lamentaos,
que no se aparta de nosotros
el incendio de la ira del Señor.
Aquel día —oráculo del Señor—
se hundirá el ánimo del rey
y también el de los príncipes;
los sacerdotes quedarán espantados,
los profetas sin palabras.
10 Yo dije: “Ay, Señor mi Dios, ciertamente
engañaste a este pueblo y a Jerusalén,
pues dijiste que tendrían paz,
pero la espada amenaza su garganta”.

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